jueves, 19 de mayo de 2011

Motivos para indignarse


Pertenezco a la mitad de la población joven de este país que tiene un trabajo, fruto de años de preparación, del esfuerzo y de esa pizca de suerte que te hace caer en el lado amable del Sistema. Pero formo también parte de la primera generación de la Historia Moderna que vivirá peor que sus padres. Una generación que nació y creció con la promesa de casi todo y que ahora tiene que tragar con la amenaza del casi nada. Una generación que ya no elige dónde ganarse la vida, cuándo casarse o con quién vivir. Una generación en serio riesgo de resultar perdida.

La pensión de mis padres, unos señores que se han partido el lomo para sacar adelante a su familia, ya no es suya, sino de los planes de estabilización de los grandes poderes mundiales.
Mi puesto de trabajo ya no es un bien con el que yo colaboro al desarrollo de la sociedad, sino un privilegio con el que esos poderes parecen premiarme a mí y por el que -insisto, al parecer- debo tragar lo que me echen en señal de infinito agradecimiento.
La casa en la que vivo ya no es mi casa, porque fruto de una dinámica de repugnante especulación (pública y privada), la vivienda se nos dejó de considerar como derecho para pasar a ser un bien de cambio.
La libertad de prensa ya no brilla porque los grandes grupos se conforman con prevalecer al cobijo de sus intereses.
Internet ya no es el mundo libre que aún podría ser porque algunos quieren acabar con lo más sagrado de su existencia, que es la posibilidad de enlazar contenidos sin miedo a ser juzgados por lo que suceda en el siguiente paso de la cadena.
La Sanidad, la Educación… Los servicios públicos perviven, pero ya no son indiscutibles. El Estado (los señores y las señoras que ahora tienen una mullida silla en la Administración) pueden deshacerse de sus obligaciones hacia los ciudadanos de un país y las leyes que los amparan si el guión económico lo requiere.
Las Fuerzas de Seguridad ya no me protegen sino que me vigilan. Y tengo que ver a diario cómo la policía municipal o la Guardia Civil apartan a golpes a quienes circulan por las calles para abrir paso a esos servidores públicos que avanzan en lujosos coches blindados, ajenos a todo, incluso a las propias normas que dictan para otros.
Mi voto ya no es un elemento de ejercicio democrático porque tengo que conformarme con lo que hay, vaya quien vaya en la dichosa papeleta: personajes corruptos, indeseables, incapaces o tontos.
El Poder Judicial ya no es un garante independiente del Estado, sino un grupo de individuos puestos a dedo por los partidos mayoritarios (sí, aquellos en los que también hay corruptos, indeseables, incapaces o tontos) que actúan a golpe de Telediario y que son capaces de expulsar a un juez de sus funciones por no estar de acuerdo con el incontestable derecho a la interpretación particular de la Ley.

Por todo lo dicho, este post ya no es una entrada más de mi blog, sino un pedazo de indignación que, también desde aquí, se suma a la esperanzada Spanish Revolution. Se puede.

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