jueves, 26 de mayo de 2011

PAQUIRRINÓMETRO



Haciendo honor al lamentable nombre de este blog, hoy os voy a hablar aquí, espero que no excepcionalmente, de algo interesante.
La Red Social, el triunfo de la conversación, nos lleva a compartir de un modo casi compulsivo contenidos que consideramos relevantes para los miembros de nuestro entorno. "Me gusta", dices. Y te quedas tan ancho. Es un gesto cargado de información, pero a veces se pierde en lo sutil. Por eso, entre otras cosas, me parece interesante volcar contenidos en un blog, aunque sea tan modesto y desconcertante como éste. Porque creo que hay por ahí cosas que merecen salir a la calle, que les dé el aire, que alguien les eche un ojo y, quién sabe, se quede con ellas.

Hoy le toca el turno a Las Movidas de Daniel, el blog de un tipo bastante próximo a la genialidad llamado Dani Bordas. Como somos amiguetes y compartimos contactos (¡uy, qué cosas!) aquí puede darse un caso de redundancia comunicativa de agárrate y no te menees. Pero el blog es mío y me arriesgo.
Hoy me he acordado de él por uno de sus ingeniosos hallazgos, que siempre he creído que merece Gloria y Difusión: es la escala Paquirrín de diversión. Una medida universal de despiporre que debería ser divulgada -incluyendo colegios concertados y escuelas taller de reciclaje ni-ni- para bien de la Humanidad y su gadget apuntodeserinventado: el Paquirrinómetro.
Este post pretende ser el inicio de un movimiento social sin precedentes que bien podría acabar en un reportaje de Punset grabado en el MIT de Masachussets. Sería lo justo, vaya. Pero no nos adelantemos. Paciencia.
Lo primero es dar relevancia al término (que corra, que corra por ahí). Así que, jóvenes, pongámonos manos a la obra y hagamos justicia a esos dos iconos de la risa nacional que son Paquirrín y el que debería ser su más renombrado cronista virtual, el gran Dani Bordas.
Así pues, deberes para todos: para mí, poner en marcha la feroz maquinaria de Twitter con tó el hastag; para Dani, hablar con propiedad de su criatura, el medidor más genial jamás creado; para vosotros, dar relevancia al término (AKA "pasar la bola"); para Kiko, no morirse nunca. ¡Vamos, chavaleeeeeeeees!!

jueves, 19 de mayo de 2011

Motivos para indignarse


Pertenezco a la mitad de la población joven de este país que tiene un trabajo, fruto de años de preparación, del esfuerzo y de esa pizca de suerte que te hace caer en el lado amable del Sistema. Pero formo también parte de la primera generación de la Historia Moderna que vivirá peor que sus padres. Una generación que nació y creció con la promesa de casi todo y que ahora tiene que tragar con la amenaza del casi nada. Una generación que ya no elige dónde ganarse la vida, cuándo casarse o con quién vivir. Una generación en serio riesgo de resultar perdida.

La pensión de mis padres, unos señores que se han partido el lomo para sacar adelante a su familia, ya no es suya, sino de los planes de estabilización de los grandes poderes mundiales.
Mi puesto de trabajo ya no es un bien con el que yo colaboro al desarrollo de la sociedad, sino un privilegio con el que esos poderes parecen premiarme a mí y por el que -insisto, al parecer- debo tragar lo que me echen en señal de infinito agradecimiento.
La casa en la que vivo ya no es mi casa, porque fruto de una dinámica de repugnante especulación (pública y privada), la vivienda se nos dejó de considerar como derecho para pasar a ser un bien de cambio.
La libertad de prensa ya no brilla porque los grandes grupos se conforman con prevalecer al cobijo de sus intereses.
Internet ya no es el mundo libre que aún podría ser porque algunos quieren acabar con lo más sagrado de su existencia, que es la posibilidad de enlazar contenidos sin miedo a ser juzgados por lo que suceda en el siguiente paso de la cadena.
La Sanidad, la Educación… Los servicios públicos perviven, pero ya no son indiscutibles. El Estado (los señores y las señoras que ahora tienen una mullida silla en la Administración) pueden deshacerse de sus obligaciones hacia los ciudadanos de un país y las leyes que los amparan si el guión económico lo requiere.
Las Fuerzas de Seguridad ya no me protegen sino que me vigilan. Y tengo que ver a diario cómo la policía municipal o la Guardia Civil apartan a golpes a quienes circulan por las calles para abrir paso a esos servidores públicos que avanzan en lujosos coches blindados, ajenos a todo, incluso a las propias normas que dictan para otros.
Mi voto ya no es un elemento de ejercicio democrático porque tengo que conformarme con lo que hay, vaya quien vaya en la dichosa papeleta: personajes corruptos, indeseables, incapaces o tontos.
El Poder Judicial ya no es un garante independiente del Estado, sino un grupo de individuos puestos a dedo por los partidos mayoritarios (sí, aquellos en los que también hay corruptos, indeseables, incapaces o tontos) que actúan a golpe de Telediario y que son capaces de expulsar a un juez de sus funciones por no estar de acuerdo con el incontestable derecho a la interpretación particular de la Ley.

Por todo lo dicho, este post ya no es una entrada más de mi blog, sino un pedazo de indignación que, también desde aquí, se suma a la esperanzada Spanish Revolution. Se puede.

miércoles, 4 de mayo de 2011

"Yo es que soy más de Twitter..."

Últimamente, alguno de mis amigos freaks comenta cabizbajo el agotamiento que vive su relación con Facebook y lo chispeante de su nuevo amor por Twitter.
La situación me recuerda algo vivido, como cuando tu mejor amigo te dice que está un poco cansado de su matrimonio, de ir al Carrefour los viernes, de comer en casa de los suegros los domingos, veranear en Santander y malfollar los sábados (¡indexa, google, indexa!). Se muere por una aventura.
En lo virtual, hablamos, en el fondo, de ese tipo de gente de lo más normal que unió su vida a la de Facebook, que se lo dio todo, que no entendía qué sentido tenían esos días en los que no había un mal “Me gusta” que llevarse a los dedos. Gente que colgaba fotos, compartía contenidos profesionales, se quejaba de los políticos, era más "señora que" que cualquier Señora, construía granjas con fervor, cotilleaba perfiles… En fin, todas esas pequeñas cosas que hacían que la vida valiera la pena… Todas esas cosas que un día cambiaron por la comunicación de flujo, por el reality bite, por el encanto del twitt caprichoso y fugaz. Porque su cuerpo serrano les pedía Ambient Media.
Cambiaron entonces la estabilidad que Facebook les daba por la ardorosa novedad del pajarito (perdón por este juego de palabras que haría las delicias del Hogar del Pensionista más verderón del país).
Y así están, con la alegría inmensa del recién llegado pero con el vacío sordo de quien fue su primer amor verdadero, de los sinceros revolcones por el Social Media. Y yo, que soy nostálgica hasta lo reaccionario, les digo que no sean locos, que piensen en lo que están dejando atrás, que lo suyo con FB aún es posible, que lo que un día les unió no sólo sigue estando ahí sino que es ahora más fuerte y poderoso.
Algún día, mi amigo llegará a casa y pillará a su timeline en la cama (apuesto 10 contra 1 a que el contrario es un gurú). Le dirá que no es lo que parece, por supuesto. Que salió a ver si monetizaba y sucumbió a la tentación. Entonces mi amigo abrirá los ojos, repasará el historial, revivirá aquellos casos del Facebook Studio y aprenderá a amar Places porque, aunque no sea ni la mitad de molón que Foursquare, es "su" geolocalizador. Y vivirán ese reencuentro sin precauciones que tal vez les deje un pequeño ecommerce que será más guapo que un Groupon. Amigos, amigas, no tiréis por la borda estos años tan 2.0 que habéis vivido, sed fieles.
Y ahora repetid conmigo: "Lo que Mark ha unido, que no lo separe Jack". Retweet.