martes, 28 de junio de 2011

Que el niño venga sano... y que no se tuerza.

Un día decidí tener un blog. Yo sola. Sin padre biológico. Con la semillita que me proporcionó google, concebí este engendro. Le puse un nombre absurdo; "Interesanteando" es el equivalente en onomástica digital a Kevin José, y lo alumbré.
Se lo presenté a unos cuantos amigos y éstos, muy amables, me dijeron que era muy guapo y que había salido a mí. Más adelante comprendí que esto último no era necesariamente un cumplido.

Parecía que mi instinto materno-redaccional había sido un éxito pero, ¡ay, compañeros!, lo duro acababa de empezar. Como ya intuía en una de las primeras entradas/salidas de la critura, el pequeño daba signos de alguna que otra malformación. La plantilla, el forceps de las bitácoras, ayudó a sacarlo más o menos dignamente pero el pobrecito mío se veía un poco feo. Yo intenté compensarlo con cariño y dedicación (un par de cuartos de hora, sí, pero tratándose de mí aquello era media vida).
Aparte de la cara, se vio que el muchacho tampoco tenía muy desarrollado el cerebro, porque tendía mucho a la tontada y el jijí jajá que tanto descorazona a los progenitores.
De músuculo tampoco iba muy allá. Flojeaba. En cuanto salía un ratito por ahí, le entraba la pájara y se tiraba días y días sin resuello.

Con todo esto, llevaríamos ya argumentos más que de sobra para deshacernos del chaval, soltarlo en un portal y que alguna familia rica (y constante, virtud ésta muy de los ricos) se apiadara de él y lo metiera en algún internado de blogs o incluso en el mismísimo Wordpress.
Pero, ¿qué hice yo? Ser una madre coraje. Tirar pa'lante. Hacerme a la idea de que me había salido un niño tonto y mantenerlo conmigo, defenderlo de quien ose criticarlo. Y quererlo.
Así que quien haya llegado hasta este párrafo piense que ha contemplado una muestra de amor sin igual y la rotunda determinación de ver crecer a este bicho... por mucho que se tuerza.

1 comentario:

  1. Hijos, tatuajes y blogs.
    Las tres únicas cosas en el mundo que hay que pensarse bien-bien antes de dar un paso adelante.

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